JOSÉ JIMÉNEZ BORJA
Sorprendidas las tropas de guardia, en los dos casos, hicieron breve resistencia, y triunfó la revolución iluminando por primera vez en el siglo diecinueve, el cielo cerradamente oscuro del coloniaje. Al amanecer del día 21, se produjo la adhesión multitudinaria transida de júbilo, vítores y aplausos, mientras el caudillo, con pasión al mismo tiempo que con cálculo procedía a organizar el movimiento, demostrando capacidad administrativa. El bando lleno de épicos acentos divulgado desde las primeras horas, despertó el entusiasmo de la juventud que se agolpó en los cuarteles para formar el ejército. Quedó establecido un gobierno presidido por Zela con un gabinete de tres funcionarios, Pedro Alejandrino de Barrios, Pedro Cossío y Cipriano de Vargas, para atender a los distintos servicios públicos. Grupos de jinetes voluntarios procedentes de Sama, Sucumba e Ilabaya fueron llegando en los días sucesivos para constituir la caballería. Por fin, el domingo 24 de junio el ejército se congregó en la pampa de Caramolle y desfiló ante las autoridades y el pueblo. Pero la tragedia desencadenó al día siguiente su fatal desenlace. En realidad esta era el sino que la revolución llevaba en sus entrañas desde el primer instante: el mismo día 20 las fuerzas argentinas habían sido derrotadas por Goyeneche en el Desaguadero. La noticia se supo por un chasqui sólo el 25. La proeza de Tacna se producía así en el desamparo y era, como el combate en que Patroclo es desarmado previamente por los dioses, una victoria segura de sus enemigos. Estos llegaron en número y poder ofensivo superiores desde Arica y restablecieron ese mismo día el poder real. Zela sufrió un largo proceso en Lima y martirio en la prisión insalubre de Chagres, en Panamá, donde falleció en 1818. Las medidas de represión fueron intensas contra todos sus partidarios.
No obstante, Tacna fue leal a la causa libertaria con una fe y un sacrificio que enaltece su trayectoria histórica. La revolución se enciende de nuevo el 3 de octubre de 1813, acaudillada por Enrique Paillardelle, con el apoyo del Alcalde Manuel Calderón de la Barca y el "Empecinado Tacneño", José Gómez. Conspirador impenitente, ajusticiado en 1818 cuando pretendía tomar por asalto los castillos del Callao.
En esta ocasión el ejército de Tacna tiene más tiempo para organizarse, realiza verdaderas operaciones tácticas y amenaza a Moquegua. Se enfrenta al enemigo en una batalla campal en que ofrece porfiada resistencia antes de ser vencido con gran derramamiento de sangre en Camiara el 31 de Octubre de 1813. Estos reveses no doblegaron el espíritu de Tacna. En informe secreto a San Martín, Landa Vizcarra le dice en 1820: "En una palabra en todo Tacna hombres y mujeres y niños, y aun avanzo a decir que en lo que producen las tierras, hay patriotismo firme y entusiasta".
El general Millar cuenta en sus "Memorias" el desbordante apoyo que Tacna prestó al ejército liberador durante la expedición a Intermedios; y una vez retirado éste por los contrastes de la campaña, el jefe realista que se hace cargo de la plaza informa al intendente de Arequipa que la población esta "vacía de hombres" por que todos se han alistado con las fuerzas insurgentes. El civismo de Tacna se demostró muchas veces en las contiendas republicanas de más tarde, apoyando las causas más liberales y progresistas y afloró en su plenitud patriótica en la guerra con Chile. En los años 1879 y 80 ofrendó cuanto tuvo para la defensa patria y jóvenes y viejos combatieron en todas las batallas de Tarapacá y Tacna. En el consejo de guerra de Bolognesi estaba un Zela y otros tacneños como Inclán, Arias y Araguez, Cornejo, Blondel, Vidal.
El "ultimo cartucho" de que habló el héroe de Arica lo quemó el Regimiento de Artesanos de Tacna en la ciudadela norte del Morro. El cautiverio que siguió al 26 de mayo de 1880 es una historia de resistencia que tiene dimensión cartaginesa o romana. Aunque hay en ellas figuras señeras, el protagonista es el mismo pueblo renovado sin cesar en saga de interminables episodios. Tacna con sus campesinos humildes, con su artesano y su clase media y dirigente, con sus mujeres de encendida fe y sus niños unciosos, sus poetas, sus sacerdotes, sus periodistas es el personaje epónimo: acción solidaria en la que nadie reclama derecho particular, ni recompensa, ni memoria. El frustrado Plebiscito de 1925-26 culminó en sacrificada campaña ese medio siglo de lealtad y de angustia y determinó la reincorporación de las provincias de Tacna y Tarata al seno de la Patria.
El presente está íntimamente unido a una justa ambición de progreso. La región se caracterizó desde antiguo por su ánimo emprendedor. En los años que precedieron a la guerra se había dado término a la irrigación del canal de Uchusuma comenzada en 1856 por iniciativa local. El comercio con Bolivia había fomentado el establecimiento de un gran número de firmas extranjeras y de residentes europeos que construyeron hermosas "villas" en los alrededores y dieron aire refinado a las costumbres. El área se pobló de edificios de corte italiano o francés, plazas y paseos. Tuvo alumbrado de gas, agua potable, hipódromo, dos teatros, Corte Superior, Colegio Nacional, diarios, revistas, intensa vida intelectual. Se trajo de Francia una fuente gemela de la que hasta hoy ornamenta la Plaza de la Concordia de París. Se comenzó una grandiosa Catedral bajo los planos de Eiffel. Don Mariano Felipe Paz Soldán, en su Diccionario Geográfico, auguraba a Tacna el segundo o por lo menos el tercer lugar entre las ciudades de la República. Este proceso de acelerado adelanto social y económico se cortó con el desastre de la guerra del Pacífico.
La reincorporación de Tarata al Perú en 1929 trajo la recompensa moral pero no estableció la corriente de progreso tronchada en 1880. El Departamento perdió el mercado del norte de Chile para sus productos agrícolas y quedó aislado del resto del territorio nacional sumiéndose casi en la inanición. A ello se agregó la desastrosa peste de sus árboles frutales. El poder central careció de sensibilidad para ayudar a Tacna hasta el gobierno del general Manuel A. Odría. Éste régimen alentó su vida mediante obras que cambiaron su fisonomía urbana, atrasada setenta años, dándole elevado decoro. Es justo reconocerlo por encima de las discrepancias políticas. Pero no obstante sus buenos propósitos, no tuvo tiempo para impulsar una substantiva transformación agrícola volcando el río Maure a sus pampas potencialmente feraces; ni para unir el valle del Caplina con la capital de Bolivia por el antiguo y tradicional camino de herradura; ni para promover el florecimiento industrial. Son reivindicaciones que Tacna reclama ahora clamorosamente para el capítulo de su acción contemporánea. Asimismo espera que sea convertida en zona de comercio libre. El equilibrio entre Tacna y Arica, mantenido por siglos, se ha roto en menos de diez años a favor de Arica a causa de sus franquicias de puerto libre. Este ya es un problema nacional y no simplemente regional. Tacna y Arica forman lo que la geografía y el derecho internacional llaman una frontera sociológica. Conviene a los países que el sector propio de esta clase de frontera sea vigoroso, denso, indeclinable. Tacna, con menos de la mitad de la población de Arica y con un desarrollo mucho más penoso y ralo, presenta ahora el cuadro de una economía subsidiaria de Arica.
Al conjuro de sus grandes hazañas del pasado, bajo la égida de Zela y sus figuras tutelares, Tacna desea recuperar su histórico puesto en la lucha por la grandeza y dignidad de la República.
(*) Este artículo fue publicado en el diario EL COMERCIO, de Lima, el 20 de junio de 1961. Fue un homenaje del autor al Sesquicentenario del Primer Grito de Libertad dado en Tacna, por el Prócer Francisco Antonio de Zela.