FE Y ESPERANZA
Una comunidad histórica que, como ésta, tiene el tesoro multisecular de sus variadísimas artes populares, a pesar de condenables abandonos seculares y de algunas falsificaciones arteras, y ha erigido Cusco y Machu Picchu cuyas piedras no parecen antiguas sino eternas y ha construido además Arequipa y la ha sabido restaurar, no puede ser una tierra maldita. Notoriamente, entre nosotros en el campo de la creación literaria y de las artes plásticas, en determinados ámbitos científicos y técnicos, en algunos sectores económicos y en algunos islotes académicos, en medio de la pavorosa crisis universitaria, hay ahora grupos, sobre todo jóvenes exponentes que nos devuelven la fe en la factibilidad de nuestra gente; lo cual nos alienta en el anhelo de que esas realizaciones se efectúen igualmente, tarde o temprano en el campo de una definitiva organización de la vida nacional, no en aras de un ídolo de barro miserable o de un engaño monstruoso. Durante cincuenta años, tantos tacneños y tantos ariqueños se sacrificaron por este dulce y cruel Perú en el que entonces, como ahora, habían notorias lacras.
La esperanza más honda es la que nace del fondo mismo de la desesperación. Lo dice quien en la juventud soñó ver en los años finales de su vida , otra patria muy distinta de la que hoy tenemos todos ante nuestros ojos; quien mirando el porvenir inmediato piensa que se requiere cordura, lucidez y la superación de los viejos vicios de la lucha política criolla, que son el faccionalismo, la aptitud para el dicterio, el atolondramiento. Tal esperanza, real o quimérica y lo que ella entraña en su complejidad, en sus dificultades, en sus contradicciones, en sus alternativas, será el tema concreto para el intercambio fecundo de divergentes criterios desde el día de mañana hasta el domingo en sucesivos documentos previos, exposiciones y debates a cargo de especialistas dotados, por cierto de mucha más capacidad y de mucha más autoridad que yo. Las contribuciones antedichas serán enunciadas en esta ciudad, de añejo blasón -pero blasón democrático-uno de cuyos ornamentos son las insurrecciones patriotas de 1811 y 1813, movilizaciones colectivas precursoras entre cuyas figuras directivas y entre cuyos protagonistas no solamente figuraron hijos de españoles sino también, de igual a igual, mestizos e indios simbolizados por los Ara y los Copaja y sus amigos. Ojalá los múltiples y valiosos aportes de CADE 79 aquí reunida, pese al carácter sintético de sus enunciados, inevitable a causa de las limitaciones del tiempo, sean útiles, constructivos, tonificantes.