LA ETICA
Modelar un pueblo es captar sus aspiraciones en todo lo que tengan de legítimas y sus urgencias en tanto y en cuanto sean perentorias y coordinarlas como en la copa del árbol se corona el ímpetu de la savia germinal. Es lícito anhelar para ese comando una capacidad vigilante, es decir, que no navegue sumiso a los oleajes del azar; equipo formado por hombres y mujeres capaces de comprender a su tiempo, preparados para las jornadas en las que debemos atacar de modo realista nuestro atraso y nuestros desniveles; movilizar espiritualmente a la colectividad y darle la conciencia de su destino, la fe en lo que puede ser y hacer, la mística para ascender en capacidad y en potencia y para ir superando la vida ciega, violenta o rudimentaria, lo cual no implica negar que ha habido aquí hermosas primaveras cívicas y alborozados momentos aurorales.
Para alcanzar nuestra maduración y nuestra modernización efectivas como Estado y como sociedad, es necesario que sean sustancialmente auténticos organismos como el del sufragio liberándolo de los vicios tantas veces reiterados del fraude, la suplantación, el escamoteo o la manipulación en los votos o en los escrutinios. Esto implica, además, la sana coexistencia de los poderes públicos sin que interfieran los unos en los otros; y, sobre todo, la independencia y la austeridad del poder judicial. Y aunque la realidad venga a burlar nuestras esperanzas, alguien debe exigir porfiadamente la dación de un código de ética en el gobierno y de un régimen especial para la sanción contra el delito de enriquecimiento ilícito, a base de jurados honorables e independientes que fallen con criterio de conciencia, a todo lo cual conviene agregar un sistema de sanciones severas, contra los difamadores y los calumniadores.
De la rebelión sistemática contra el enriquecimiento ilícito pueden derivarse fórmulas para controlar distintos tipos de despilfarro y también estímulos para robustecer nuestra moral colectiva disminuida en tantos casos, por múltiples crecientes y hasta impunes evidencias de incumplimiento del deber.
La búsqueda de la autenticidad habría que llevarla en lo posible, a otras esferas, incluyendo los directorios de aquellas entidades –algunas, no todas-donde suelen enquistarse por tiempo indefinido, camarillas o cacicazgos, incluyendo sociedades de tipo profesional, económico o gremial, cooperativas, organismos deportivos o sociales y también sindicatos y comunidades industriales. La vida anómala que un porcentaje de estas entidades ha llevado o lleva, tiene relación con el hecho de que los peruanos de nuestro tiempo han gozado, en escasas ocasiones, del lujo de ejercer en su plenitud el derecho del sufragio; han vivido en años más o menos largos ajenos a él, lo cual ha producido una tendencia fatalista o escéptica o no votar ni aún en las entidades menores.