LA EDUCACIÓN
Durante algunos años se nos ha anunciado el advenimiento de un nuevo hombre peruano para cuya formación se quiso sembrar en el alma de los niños el repudio de nuestra historia. Ella tiene por cierto, luces y sombras con un claroscuro profundamente humano en cuyo panorama hubo desde la penosa frustración hasta la impar nobleza de algunos paradigmas de trabajo o de heroísmo; porque la culpa de los malos no puede extinguir el recuerdo de quienes pensaron o laboraron en esta tierra, ni el de quienes murieron por ella, es decir, no puede secar la vida perenne fuente de riquezas espirituales del Perú mismo. Hoy el objetivo educacional debe ser la formación del ciudadano auténtico; y habría que agregar el objetivo concreto de seleccionar y especializar cuadros de jóvenes capaces sin ninguna discriminación de clase, sobre todo, para estimular en ellos las investigaciones en el campo de las humanidades, de las ciencias y de la tecnología.
Por desgracia, nosotros, los peruanos adultos, ignoramos el deber de estar muy cerca del alma de las nuevas generaciones, seducidas ellas, en muchísimos casos, por la desinformación, por los primarismos imperantes en la televisión, por el cinismo, o por el hechizo de las drogas.
LA PATRIA
Soy un peruano más que entiende el sentido de la patria como un conjunto de derechos inalienables y, al mismo tiempo, como un repertorio de deberes a través de una inmensa diversidad de actividades, cada una de las cuales necesita ser compatible con la legítima existencia de todos. Interrogaré, con esa única credencial, si hay un camino viable para el Perú, no en un futuro impreciso, sino en los días y años inmediatos, es decir si existe la factibilidad para que nuestros hijos, los hijos de todos, vivan mejor que nosotros.
¿Quién se atreverá a negar el cáncer del armamentismo que intensifica la existencia del mal en el universo?. No es posible cerrar los ojos ante el hecho de que en ésta época conoce el hombre, por primera vez, la estructura del cosmos en su lejanía tremenda, hasta el extremo de haber detectado el polvo interestelar mientras que, a la vez, sondea las increíbles estructuras microscópicas; ni cabe tampoco ignorar la decadencia de la idea obsoleta acerca de lo que han significado las fronteras entre uno y otros estados, cuando crecen, en nuestro tiempo, día a día, las comunicaciones aéreas y terrestres, la televisión vence todas las distancias y recién empieza a dar todos sus frutos mediante la instantánea transmisión de imágenes e ideas; y cuando además va a surgir, en un futuro no muy lejano, la colonización del espacio por lo cual nos reconvertimos todos en habitantes de la aldea global de que habló Marshall Mc Luhan.
Pero si en el desarme ingresamos, por ahora, solos y confiadamente, sin garantías auténticas para nuestra seguridad ello puede resultar en beneficio de otros y suscitarnos sorpresas desagradables. Que no se nos presente, por ahora, como un ejemplo a imitar el caso de Europa Occidental. Allí ya no hay tensiones fronterizas que sí existen aún en América del Sur. Y Alemania, iniciadora de las guerras de 1914 y 1939, está gobernada por quienes detestan a sus connacionales que entonces tuvieron la lujuria de agredir y destruir. Además, y a pesar de todo, dentro del Mercado Común, sigue manteniéndose cada una de las entidades nacionales.
En la asamblea de parlamentarios del Consejo de Europa un destacado estadista acaba de decir: "La vocación europea es unir e integrar a los pueblos europeos según su verdadero genio que es el de la diversidad".
Claro está que nosotros debemos estar dispuestos a la integración subregional y regional y más allá de ambas, cuando llegue el momento y cuando halla sinceridad y autenticidad y de acuerdo con nuestros auténticos intereses y nuestros fundamentales derechos. Anhelamos una América como tierra definitivamente libre, sin guerras fratricidas y sin la explotación del hombre por el hombre pero con lucidez como lo ha dicho hace poco Luis Passara, ante los horizontes supranacionales, sin caer en internacionalismos sumisos e hipotecados a las conveniencias de otros estados, aunque ellos sean super potencias y aunque se llamen socialistas.