LA COMUNICACIÓN
En principio, todo el enigma de una modernización efectivamente democrática debe estar resuelto a través de la intercomunicación real entre el Estado y la Nación, entre el hombre y su comunidad local, regional y nacional; y a través de la marcha gradualista hacia una autointegración que nosotros no hemos conseguido aún. Lo cual no implica aceptar la tesis de una nación o naciones oprimidas porque ya, lejos en el tiempo, a comienzos del siglo XVII, el Inca Garcilaso universalizó el nombre "PERU" y lo definió al dedicar un libro inmortal "A los indios, mestizos y criollos del grande y riquísimo Imperio del Perú, su hermano, pariente y paisano". Dijo él textualmente, por lo demás ¿A que se refieren estos mestizos que usan en sus escritos el idioma castellano? ¿A la nacionalidad quechua o a la Aymara? Las zonas respectivas no forman hoy un todo geográfico como puede ser por ejemplo el país vasco. El quechua hablado en la sierra del sur no lo entienden bien quienes hablan quechua en el centro o en el norte andino o viceversa y en ninguno de esos idiomas tan respetables por los demás, tan admirables en muchos sentidos no hay palabras que denominen cosas o ideas de la ciencia o de la técnica modernas.
Estas afirmaciones no esconden una actitud conformista o reaccionaria. Alienta en ellas el reclamo para que surjan procesos de reflexión y de práctica no con el objetivo de dividir o fragmentar en un calco de ideas que vienen de otras partes del mundo, sino dentro de la finalidad de buscar pensamientos originales, creativos y críticos con una decisión quirúrgica frente a la problemática nacional.
Los adelantos en los campos sociales, económicos y políticos no se generan de modo mecánico, ni en forma rápida o absoluta. El rumbo no es siempre hacia adelante, pues hay o pueden haber rodeos o retrocesos.
Quizás surjan períodos, más o menos largos, dentro de los que aparezca un cuadro de desintegración, al lado de tales o cuales señales de modernización. De ello puede resultar que la fuerza vital de la sociedad se ponga a prueba al chocar entre sí los valores modernos positivos y las malas excrecencias tradicionales o no; y, además, el influjo de las grandes tempestades ideológicas de nuestro tiempo. Signos alentadores deberán estar en el aprendizaje de una capacidad de diálogo que es siempre civilizadora y que propende a que, los de arriba y los de abajo, eviten o atenúen la cólera, los traumas, los irracionalismos, el desorden mental tan generalizados en estos días, para ir al estudio lúcido u objetivo de los problemas grandes o chicos y a la búsqueda de sus soluciones, si ellas son viables o equitativas. Esto, naturalmente, cuando no funcionan las consignas y las prepotencias.